Agua caliente
Subieron una escalera que crujía amenazadoramente y sobre la que la hechicera parecía proyectar una tenue luz violácea, y finalmente se detuvieron frente a una puerta que se abría en un rellano. La hechicera anduvo en el picaporte y abrió la puerta, indicando a Gilman que aguardara y desapareciendo en el interior. Elwood le mencionó que no había manifestado ninguna inclinación a charlar o a levantarse dormido; en tanto, el patrón ponía veneno contra las ratas por doquier. El único elemento perturbador era la charla de los supersticiosos extranjeros, cuya imaginación se encontraba muy excitada. Mazurewicz insistía en que debía conseguir un crucifijo, y finalmente le forzó a aceptar uno que había sido bendecido por el buen padre Iwanicki.
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Al final, hubo una insinuación de inmensas sombras que brincaban, de una monstruosa pulsación semiacústica y del monótono sonido de flautas invisibles; pero nada más. Gilman llegó a la conclusión de que esto último procedía de lo que había leído en el Necronomicón sobre la insensata entidad, Azatoth, que impera sobre el tiempo y el espacio desde un negro trono en el centro del Caos. El suelo del cual se levantó de manera fácil era de una piedra veteada y bruñida que no pudo detectar, y las baldosas estaban cortadas en formas antojadizas, que más que asimétricas le parecieron estar basadas en alguna simetría irracional, cuyas leyes era inútil de comprender. La balaustrada le llegaba hasta el pecho y se encontraba frágil y fantásticamente forjada, y en todo el barandal se veían intercaladas, de trecho en trecho, pequeñas figuras de ridícula concepción y exquisita talla. Las figuras lo mismo que la balaustrada parecían ser de un metal refulgente, cuyo color no se podía acertar en el caos de mezclados fulgores, y cuya naturaleza invalidaba todas las conjeturas. Representaban algún objeto acanalado en forma de barril y con delgados brazos horizontales que salían como radios de rueda de un anillo central y con abultamientos Qual o melhor produto para desentupir vaso sanitário? bulbos que salían de la cabeza y de la base. Cada uno de estos bulbos era el eje de un sistema de cinco brazos, largos, planos, rematados en triángulos dispuestos cerca del eje, como los brazos de una estrella de mar, casi horizontales, pero ligeramente curvados desde el barril central.
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Cuando ahora se agotaba la resistencia de la hechicera, Gilman notó que algo le mordía en el tobillo y vio que Brown Jenkin había acudido en defensa de su amiga. Con un salvaje puntapié lanzó a aquel engendro al interior del abismo y lo oyó quejarse desde el fondo de algún rincón lejano. Tendría que consultar a un experto de los nervios después de todo, ya que quizás aquello estuviese relacionado con su sonambulismo, pero hasta entonces podría intentar por lo menos romper por sí mismo el morboso encantamiento. Indudablemente, era aún con la capacidad de resistir el enigmático impulso, de modo que se dirigió deliberadamente y muy decidido hacia el norte por Garrison Street. Cuando llegó al puente que cruza el Miskatonic le corría un sudor frío, y se agarró a la barandilla de hierro mientras que contemplaba el islote de mala fama, cuyas regulares ringleras de antiguas piedras de pie parecían cavilar sombríamente en la mitad del sol de la tarde. Como ves, hallar un vientre plano no es imposible y solo precisa mucha perseverancia y paciencia.
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La vieja arrastraba al jóven, y una rata mansa iba restregándose contra los tobillos del negro y hundiéndose en el barro de color oscuro. No se le veían los pies a causa de la mesa y el banco, pero debía de ir zapato, ya que cuando se movía se oía estruendos como de zapatos. Al subir al piso de arriba y atravesar el pasillo de la buhardilla, extendió en el suelo algo de harina que había pedido prestada al casero después de explicarle claramente para qué exactamente la quería. Entró en su cuarto, puso el aguzado objeto encima de la mesa, se echó en la cama, completamente agotado mental y físicamente, sin detenerse para desnudarse. Desde el hermético desván le llegó el apagado rumor de uñas y pasos de patas enanas, pero estaba demasiado fatigado para preocuparse por este motivo. Aquella enigmática atracción hacia el norte empezaba nuevamente a ser fuerte, si bien ahora parecía proceder de un lugar del cielo mucho más próximo. En la fase preliminar más rápida la vieja maligna se le aparecía precisamente, y Gilman comprendió que era la que le había atemorizado en los distritos pobres.
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La forma en que Gilman trató el tema dejó admirados a todos, si bien algunas de sus ilustraciones hipotéticas provocaron un incremento de las siempre abundantes habladurías sobre su nerviosa y solitaria excentricidad. La habitación de Gilman era de buen tamaño pero de forma irregular; la pared del norte se inclinaba perceptiblemente hacia el interior al paso que el techo, de poca altura, bajaba suavemente en igual dirección. El desván ubicado encima del techo, que debía haber tenido inclinado el suelo, era además inaccesible. Sin embargo, el casero, a pesar de sus varios ruegos, se negó a dejarle investigar lo que había tras aquellos espacios cerrados. Es esencial enfatizar que la manutención regular de las trampas de grasa es primordial para su desempeño acertado y efectivo. La frecuencia del cuidado es dependiente del empleo y la cantidad de grasas y sólidos que se produzcan, pero como regla establecida debe realizarse al menos una vez cada tres meses.
